La espada en el cine
- René Jiménez
- 20 sept 2022
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 26 oct 2022

Quiero pensar que la mayoría de nosotros (los que nacimos después del Siglo XVIII... la alternativa, que me lea una persona con más de doscientos años suena francamente perturbante) conocemos la espada gracias al mundo del entretenimiento. Sea como deporte en las olimpiadas, como implemento o símbolo de autoridad en libros y clases de historia; pero sobre todo en el mundo de la ficción, la espada es materia prima de leyenda, marca del aventurero o explorador.

Temo que existe la tendencia no solo de romantizar sino de simplificar de más el pasado, ya que la espada, como las actuales armas de fuego, son algo terrible de enfrentar. Son herramientas diseñadas y mejoradas sistemáticamente con el paso del tiempo para herir y matar a otros. El filo de su hoja es demasiado fino para labores pesadas como cortar leña, muy largo para trabajos de precisión como tallar o ebanistería y de muy corto alcance para ser útil en la cacería (para eso se prefieren lanzas, o arco y flecha). La idea de ver la espada como armas de defensa personal suele ser solo una ilusión, bajo la cual muchas personas intentan legitimizar sus intenciones de atravesar al primer incauto que se le atraviese. Quien declare que cualquier arma manufacturada en nuestros días, sea un misil nuclear o una .38 especial ha sido creada para defenderse, debería mirarse con escrutinio ante un espejo, porque se engaña a sí mismo sin estar del todo conciente de ello. Las espadas son armas sofisticadas y la esgrima en tiempos antiguos fue una ciencia directa, eficiente y letal de combate que buscaba incapacitar (de forma parcial o completa) al oponente.

Hay una parte de nuestro cerebro, a pesar de todos los preceptos y la educación a la que somos sujetos para ser civilizados, que no puede evitar emocionarse al ver un duelo. Y un duelo con la espada, en la que se requiere no solamente acceder a esa violencia primitiva ciega y arrojada, sino que muestra una deliberada valentía al dejar que nuestra inteligencia y técnica tomen el control de algo tan rudo que resulta, al menos para mí, como la cúspide de lo romántico.

Para comenzar a apreciar algo debemos entenderlo; hay que ser empáticos, poner en cierto grado nuestros pies en los zapatos de aquellos que tuvieron la necesidad de usar una espada, e imaginar cómo nos sentiríamos en una situación similar... ¿nos estamos defendiendo de un ladrón? ¿somos un joven alfarero, sin entrenamiento formal y reclutado a servir una guerra? pero sobre todo ¿tenemos en nuestro corazón la sangre fría de mirar a un extraño frente a frente y hacer que corra su sangre sin perder algo de nuestra decencia como humanos? Es un hecho de que el combate moderno, aunque horrible, es algo impersonal y que se realiza a distancia.

Ahí observo el primer gran obstáculo cuando llevamos la espada al terreno del entretenimiento, la ficción y la acción: tenemos que presentarla de una manera en la que no sintamos un horror automático al sentir la resistencia de la piel y los tejidos siendo atravesados... en la que ignoremos los gritos y el dolor en rostros ajenos, el asalto a los sentidos que es el olor de la sangre manando profusamente de una herida. Pero es posible. Es en el mundo occidental, poco después del descubrimiento de América, en la época isabelina donde a las espadas se les otorga un nuevo papel: de herramientas narrativas. Los combates pasaron de ser danzas alegóricas, lentas y deliberadas con la función de rellenar huecos en el tiempo a un sistema complejo de coreografías que intentaban simular la cadencia y el peligro de un duelo real. Las compañías de teatro idearon un sistema estándar de movimientos sencillos de aprender y seguros que podían ser incluídos en los guiones, que se conservan hasta nuestros días.

Muchas de estas técnicas vienen de las adaptaciones en teatro de las obras de William Shakespeare, y es curioso que podemos notar que no están inspiradas en la esgrima antigua (y claro, en esos tiempos no existía la versión deportiva) sino en rutinas prediseñadas con nombres pintorescos que describían las formas que la espada de escenario trazaba, tales como “"Long Elevens" (onces largos), "Glasgow Tens" (diez de Glasgow) y “Round Eights” (ochos redondos). Estas técnicas son movimientos secuenciados en los que siempre debe quedar claro ante una audiencia o una cámara al menos dos detalles que ayudan a contar una historia sin necesidad de tener que tener una educación formal en espadas: el primero es el nivel de dominio con el arma; el segundo, ¿quién está ganando?. Para lograrlo, se establece que la distancia de intercambio debe de mantenerse constante, y debe de ser al menos un cuerpo y medio y en perfil al inicio del combate.

Usando combinaciones de estos movimientos se puede aumentar el drama, como por ejemplo, es muy común que para indicar movimiento en una batalla donde hay muchas personas involucradas, a los extras se les inidica que usen round eights alternando pasos hasta salir fuera de escena o del foco de cámara (lo que recibe el nombre de ‘travelling eights” - ochos viajeros) lo que vuelve a las escenas fuera de un punto de fuga visual muy dinámicas sin distraer de la acción de los personajes principales.

Es bien sabido que en las producciones de teatro y cine las coreografías de pelea son algo que casi siempre se acompleta ya que los diálogos y otros aspectos técnicos y artísticos han sido solucionados, por lo que los actores tienen poco tiempo para ensayar... y en ocasiones, lo que ensayaron no es posible llevarlo a cabo de manera satisfactoria por miles de diversas razones, como el vestuario es demasiado ajustado, el escenario tiene piezas sueltas que entorpecen el movimiento, la iluminación dificulta percibir movimiento, las superficies están húmedas o resbalosas, pero sobre todo porque si alguno de los actores olvida parte de sus líneas las puede improvisar con facilidad, pero si olvida parte de su coreografía y carecen de la flexibilidad o los reflejos requeridos para responder adecuadamente se corre el peligro de sacar un ojo o herir de gravedad a un compañero.

Gracias al trabajo de coreógrafos como Paddy Crean, que estableció protocolos de seguridad a inicios de este siglo el género de filmes de capa y espada tuvo una explosión enorme en popularidad, y de sentó las bases para la carrera de coreógrafos de pelea enfocados a la espada como Anthony DeLongis, F. Braun McAsh, Nick Gillard, William Hobbs y por último uno que resalta en particular, que creo que nos ha inspirado e influenciado de una manera increíble a todos los que somos fanáticos del cine de acción, ciencia ficción y fantasía: Bob Anderson.

¿Bob quién? nada más y nada menos que Robert James Gilbert Anderson, doble, instructor de coreografía y maestro de espadas para los actores de Star Wars, Highlander, The Princess Bride, Barry Lyndon, Alatriste, Pirates of the Caribbean y Lord of the Rings. Murió a los 89 años de edad el primero de Enero de 2012.
*Fuentes: William Hobbs, Techniques of the Stage Fight (1967)
B.H. Barry, Fights for Everyone (2013)
Medieval Review, Dragon-Con 2016 Sword Techniques of the Silver Screen
John Waller de Royal Armouries Reclaiming the Blade
Detrás de cámaras de James Bond, 007: Die another day (2002)
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